martes, 27 de abril de 2010

Descreimiento

Después de lo ocurrido, además del dolor, la incredulidad y la rabia que siento por lo ocurrido, tengo una total falta de creencia en dos facetas importantes para mí.

Por un lado está la falta de fe. En aquellos momentos tan terribles tuve claro cuando te vi tan mal que había que llamar al capellán para que te diera la Extremaunción. Ya no podíamos preguntarte pero a pesar de tus desencuentros con la iglesia “oficial”, estoy segura que habría sido algo que hubieses querido. A nosotros, nos reconfortó el hacerlo.

Después de pasada la vorágine, inclusive tu cumpleaños, me encontré con rabia y falta de fe. Aunque he intentado acudir a misa alguna vez, las palabras que se dicen me enfadan y en algunos casos me son imposibles de pronunciar “¿Hágase tu voluntad?”. A ello he de añadirle las dudas sobre una vida futura, lo que me repercute en la esperanza.

Dicen que ocurrido algo así, la gente reacciona de dos maneras, aferrándose a su fe o separándose de ella, al menos temporalmente. Quisiera ser de los primeros, al menos tendría un consuelo.

Por otro lado está la pérdida de creencia en la ciencia. Yo soy de “ciencias” con todo lo que ello conlleva, me encanta leer sobre nuevas cosas, descubrimientos, historia e incluso avances médicos.

Se que hay enfermedades sin cura y pienso además que hay ramas de investigación olvidadas excepto por los que sufren dichas enfermedades y sus familias, pero lo que ha supuesto un tremendo revés para mí es que te llevaras más de un mes en un hospital del llamado Primer Mundo y no supieran detectar lo que te pasaba antes de tu muerte. Nuestro primo Iñigo lo resumió bien cuando me llamó: “Pero, ¿eso cómo puede ser?, ¿qué clase de hospital es ese? Parece que no estemos en pleno siglo XXI...”

A causa de esto mi falta de confianza en la medicina es total pero la cosa ha ido a más allá y ahora, por ejemplo, acumulo revistas del Muy Interesante sin abrir. Internamente pienso que para qué saber más.

Supongo que hará falta tiempo para recuperarse pero todo ha cambiado para mí.

Un beso grande Jon.

jueves, 22 de abril de 2010

El regreso



Por fin hemos vuelto al lugar en que dejamos tus cenizas. Por una cosa u otra, incluido un invierno muy lluvioso y que teníamos que estar preparados, no lo habíamos hecho hasta ahora.

Llevamos unos días fatal y he aprovechado el día de feria de abril para coger un par de días más y tener unas pequeñas vacaciones para hacer lo que nos apeteciera.

Tu madre y yo habíamos decidido no esperar más e ir a la sierra uno de estos días y se lo dijimos a tu padre y a tu hermano por si querían venir, sin presión, cada uno que haga lo que pueda y le pida el cuerpo. No vamos todos al mismo ritmo en este duro camino.

Hoy amaneció lloviendo de nuevo pero paró y al final nos hemos decidido a ir y así, como quien no quiere la cosa, lo hemos hecho los cuatro.

Hemos paseado hasta el lugar en que te dejamos y de repente allí estábamos, los cinco juntos, apenas sin hablar, cada uno con sus sentimientos e ideas. En realidad habrá que creer que siempre estás con nosotros pero al menos en "cuerpo" y alma es la primera vez que lo hemos estado desde ese día de Córdoba.

Allí te hemos dejado, sólo, pero rodeado de ese paraje maravilloso con una primavera en todo su esplendor.

Un beso muy fuerte de tu hermana.


sábado, 17 de abril de 2010

El móvil


17 de abril, 7 meses

Ayer llamé para dar de baja tu móvil. Por fin habían pasado los 18 meses de permanencia en la compañía que hay que cumplir incluso después de muerto porque si no te cobran dinero. Para qué voy a decir la compañía y aunque se que todas las compañias son parecidas no pienso apuntarme nunca a ésta.

Cuando llamé a atención al cliente les dije para qué llamaba y me pidieron la clave tuya como usuario y como no la sabía me dijo que no podía hacer lo que le pedía y le contesté ¿has oido que mi hermano ha fallecido? ¿cómo piensas que te va a llamar? Están hartos de recibir llamadas y del "pequeño" detalle no se había enterado. Me pidió disculpas y me dijo lo que había que hacer. Curiosamente me dijo que a partir de 24 horas ya estaría dado de baja, o sea, hoy. A continuación les envié por fax lo que me pidieron (básicamente el certificado de d.) y sufrí una pequeña crisis. Sabes Jon, curiosamente tengo junto a mí una compañera que ha perdido su hermana, hablamos algunas veces de ello y ayer al verme llorar, ella también lo hizo.

Ha sido muy duro para mí, poco a poco vas perdiendo todo el contacto con este mundo en el que vivimos. Esta semana cerraremos tus cuentas y ya no te quedará nada.

Se que en el fondo no es cierto, nuestro amor (el tuyo y el nuestro) permanece y nos has dejado tantas cosas que son innumerables, pero la mente no se controla y parece que te dejemos sin nada.

Un beso muy grande, Jontxu.

P.D. Jon en la facultad junto a la escultura en bronce que hizo. Le encantaba y se hizo esta foto junto a ella.



lunes, 12 de abril de 2010

El dormitorio

No se si mi dolor esta cambiando pero lo cierto es que aunque siempre estás en mi mente y me acuesto y me despierto contigo, consigo “controlar” alguna de mis ideas obsesivas e intento dejar de pensar en ellas. Si me pongo a pensar, todo se me viene encima de nuevo y me sigue pareciendo increíble lo que ha pasado. ¿Cómo es posible que hayas muerto así y tan joven? Por mi mente jamás había pasado esa idea.

Este fin de semana hemos estado en Punta pintando el dormitorio principal. Hace unos tres años lo reformaste, pintaste las puertas de los armarios de colores, las paredes de un naranja fuerte, hiciste una especie de cama japonesa (un poco incómoda por la altura) con la ayuda de Aitor y lo decoraste acorde a ello.

La última vez que usaste la cama fue antes de tu viaje a Ávila porque a la vuelta, la semana que estuviste en casa tomando antibióticos, preferiste dormir en una cama alta ya que te costaba trabajo levantarte de la tuya. ¡Quién nos iba a decir que esa sería tu última semana en casa!

Hemos quitado la cama precisamente por la incomodidad. Si tus padres quieren dormir allí necesitan una cama más alta. También hemos colocado las lámparas que trajiste para el cuarto y por último hemos colocado un paisaje tuyo alargado como cabecero.

No queríamos cambiarte el color y tu madre y yo nos resistíamos a ello, pero el naranja se come todo de la nueva decoración y sobre todo el paisaje tuyo tan fantástico que pusimos, así que no nos ha quedado más remedio que pintar las paredes.

Me he sentido como si perdiera algo más de ti. Probablemente es una tontería y es posible que la gente no lo entienda pero me ha sentado mal hacerlo. Eso sí, siguen tus fantásticas puertas que nos encantan.

¡Desearía tanto recibir una llamada tuya! A lo mejor me aliviabas un poco este dolor. Un beso muy grande.

miércoles, 7 de abril de 2010

El Club de los Cinco




Desde bien pequeños, nuestros padres nos acostumbraron a leer, ya fuera tebeos o libros infantiles. Nos íbamos a la cama en cuanto sonaba aquello de “Vamos a la cama que hay que descansar...” y jamás veíamos la tele por la noche pero eso sí, ese era nuestro rato para la lectura. Daba igual lo que fuera, todo lo que caía en nuestras manos era devorado y entre T.B.O.s, Zipi y Zape, Mujercitas, Platero y yo, El Capitán Trueno o Mortadelo y Filemón, leíamos con mucha ilusión los libros de “Los Cinco” de Enid Blyton. Algunos eran nuestros pero otros eran prestados por las primas.

Cuando podíamos jugábamos a “los Cinco” y necesitábamos, además de ser cinco, el “club” y el sitio ideal para ello era la leñera de los Pinos.

En la leñera que estaba separada de la casa había dos antiguos hornos en desuso donde en tiempos hacían pan nuestras bisabuela y abuela. Además como en la casa no había agua corriente ni aseo, con el tiempo se transformó y se incluyó en ella un váter, una palangana para limpiarse y una ducha que consistía en una especie de regadera que colgaba de techo y de la que se tiraba con una cuerda para que te cayera el agua. Además, y por eso lo de leñera, guardábamos en ella la leña para la chimenea y aún quedaba hueco para nuestros juegos.

Cuando nos visitaban los primos, el club era formado por Miren, Begoña, Sonia, Jon y yo (Crisanto era pequeño) pero en una visita de nuestros primos Iñigo y Aitor, que vivían en Bilbao, los mayores no tuvimos reparos en quitar a Sonia del club e incluir a Iñigo. Aún recuerdo lo mucho que rabiaron tanto Sonia como Aitor y cómo llamaban a la puerta de la leñera.

Y allí en aquel pequeño mundo que formaba los Pinos, vivimos mil y una aventuras del Club de los Cinco.

Muchos besos a todos y en especial a ti Jon, el primer miembro en dejarlo definitivamente. Te quiero.
P.D. El club, que era compartido con el vecino y de ahí lo de las dos puertas, y los Cinco, Miren, Begoña, Sonia, Jon y yo con nuestra madre.

jueves, 1 de abril de 2010

La txalita (ternero) y la cigüeña




Jon era el encargado de ir por la leche todos los días a la esquina de nuestra calle (Villarrasa), donde tenía la mujer dos o tres vacas.

Siempre iba saltando con la lechera en mano (que aún está en el campo). Era un cascabel de alegría. Entre los dos hermanos no había rencillas porque para Josebe, que era más tranquila, era una liberación.

Sigamos con mi “trasto” que no se ni cómo no tiraba la leche con los brincos que daba pero cuando llegaba allí, le gustaba ver a la mujer ordeñando las vacas.

Una de las vacas estaba en estado y como es natural el tiempo no pasó en balde y nació la txalita. ¡Oh, maravilla! Se encontró con ella mamando con su madre y le preguntó a la mujer: “¿esto de dónde ha salido?” y la señora le dijo que la trajo la cigüeña.

Jon se le queda mirando y le dice: “no, esta ha nacido de la mamá que la tenía en la barriga y ya no la tiene”.

La lechera reconoció su error y le dijo que sí. Acto seguido nos contó la historia a nosotros y a todo el pueblo, parecía que la txalita era algo suyo y en parte llevaba razón ¿Quién la había visto crecer día a día y ahora la veía junto a su madre como un ser más? Hasta se permitía acariciarla. ¿Se puede tener más suerte?

Y ese era mi Jon, seguro que ahora estarás en el cielo sonriendo.
¡Amor mío! No te digo adiós porque estás conmigo. Ama.

P.D. En una foto ama y yo subida en una txalita y en la otra yo junto a Jon que estaba en el capazo. Las fotos están hechas en el campo de la "parienta" de la abuela María donde ibamos con ella a pasar el día y se cogían gurumelos con un pincho que aún está en nuestra casa de campo. Jon, además de contarnos la historia a mí me llevó acto seguido a ver la txalita.