martes, 15 de noviembre de 2016

El pueblo de Jon y mío, nuestro pueblo

 
Villarrasa, 12 de noviembre de 2016

Cuando Manoli Barranca me dijo que habría una comida de nuestro curso pensé ¿por qué no? Me apetecía compartir un rato con personas a las que hacía tanto tiempo que no veía aunque por detrás estaba la no presencia de mi hermano.

Más tarde me dijo que eran dos años, el nuestro y el siguiente, y ahora sí me eché para atrás, ¡¿la clase de Jon también?!

Cada persona es un mundo y en éste, nuestro pueblo, nosotros siempre íbamos juntos a casi todas partes con la excepción de las horas escolares. En estas fechas los dos tendríamos la misma edad porque ni un año nos llevamos.

Aquí fuimos inmensamente felices, en un pueblo cálido que aún no tenía calles asfaltadas, en el que disfrutamos de correrías, cruces, fiestas, matanzas e incluso de una catequesis a la que D. Manuel nos llamaba con música de los payasos a través de un altavoz en el campanario. Íbamos de excursión al campo pasando por medio de trigales con las hermanas de Blanca como responsables y veíamos el toro de fuego que teníamos prohibido escondidos tras la persiana de una ventana.

Recuerdo a Manoli enferma en casa y a mi madre, su maestra, llevándole deberes para que no perdiera el ritmo del resto de la clase, recogernos unos a otros para ir al colegio de “arriba”, aquellos piñonates que hacíamos junto a la maestra en las ventanas de los colegios de “abajo”.

Ahí estaban Jon y sus amigos cazando libélulas con pistolas creadas por ellos mismos detrás de la tapia junto a la iglesia, jugando a las canicas que aún andan por casa o al “burro” que no debería tener ese nombre por la figura sino por lo burros que eran tirándose unos encima de otros.

Seguimos siendo de una Cruz que no nombraré por no ofender al resto, nos gusta mucho San Vicente y me encanta un atardecer en El Tejar. Por todo esto y mucho más, aunque parezca mentira, hoy me siento feliz pero incompleta.

Hoy quiero acordarme de los que nos ven desde ese otro lado, de Gregoria y de Jon, y que espero estén velando por nosotros.

Gracias por aquella felicidad inolvidable.

 P.D. Jon y yo delante de las ventanas del colegio de "abajo" el día de su Comunión.