El dolor por lo que se pudo hacer y no se hizo, aunque no sea culpa nuestra, nos acompañará siempre. Siempre habrá duda sobre lo sucedido. ¿Quién puede apaciguar la sensación de que algo se te pudo escapar?
Es algo irreparable, no hay vuelta atrás, no hay posibilidad de rectificación. Todo fue tan rápido que no hubo tiempo ni para pedir un milagro.
Estos días pienso de nuevo en ello. Supongo que es lógico porque el visitar a alguien enfermo al hospital y al que realizan pruebas que ahora conozco y de las que antes de aquel verano sabía poco, me trae todo al presente.
Hemos visto la película 31, antepenúltima (junio 2009), y ahí estás con Pruden, Mila y Pepi. Realizas una tertulia bastante larga, os gusta mucho hablar, sobre los cursos de pintura y la exposición de alumnos de forma que al final la clase de pintura (una marina) se reduce a un cuarto de hora en el que pintas con ligereza.
Mientras que veo como hablas con ellos, intento ver en tu aspecto algo que me diga que estabas enfermo y no me daba cuenta, pero a excepción de parecer cansado no veo nada en ti que me lo indique. Ni siquiera tosías.
Siempre te vemos de pie frente al cuadro y normalmente tu lado izquierdo pero allí estabas sentado de forma que podía ver tu lado derecho, la cicatriz en tu brazo y tus “chanclas”. Sí, “tus chanclas”, vaya tontería fijarse en ellas, ¿por qué es eso tan importante para mí? Porque fueron aquellas chanclas de las que estabas tan satisfecho las que te acompañaron durante tu estancia hospitalaria y tu viaje a Córdoba.
Las tiré con rabia de madrugada al día siguiente de tu entierro junto algunas cosas de las que llevaste a Córdoba. Fui con mi hermano a Córdoba a hacer una prueba y ¿con qué regrese?
Te quiero muchísimo.
P.D. Esta acuarela me acompañó bajo un forro en la carpeta del instituto y de la universidad. Ahora está colgada en mi salón. Tenías 16 años al hacerla.
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