17 de septiembre, 7 años
Jon,
tu madre quiere que escriba hace tiempo pero ahora estoy en una etapa
en el que el hecho de escribir se me hace cuesta arriba. Creo que por
hacerlo el dolor será más evidente.
En
nuestra familia, te nombramos todos los días por un tema u otro.
Básicamente porque vienes a nuestra memoria por cualquier detalle,
ya sea por un cartón de huevos de más que no compramos para tí o
porque al desayunar recordamos que querías un tostador más grande
como el que hay en casa, que no te era suficiente con el que tenías
en Punta. En realidad, son cosas insignificantes pero que hacen que
vengas a nuestra memoria y a nuestra conversación varias veces al
día.
Eso,
además de las veces que te recordamos interiormente y no compartimos
con nadie. Aún la incredulidad está en nosotros y seguimos sin
creer que no volveremos a verte.
Estos
son días de recuerdos de aquellos últimos días, risas, charlas,
discusiones e incluso de imágenes que permanecen en el cerebro, como
fotos fijas de aquel momento en que todo cambió.
Es
curioso que cosas triviales en otras situaciones puedas recordarlas
vívidamente, un paseo contigo por el hospital, una mirada cómplice
por la noche, hacerte un cartel que dijera “prefiero la charla a la
siesta, despertadme”, esas pocas patatas de luxe que comiste ávido
y contento al día siguiente de la intervención en que te hicieron
la prueba pulmonar, tu sonrisa que acompañaste con un saludo al
entrar en la UCI.
Mi
hermano, te fuiste y aquí quedamos el resto. Sigues con nosotros.
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