miércoles, 25 de mayo de 2011

La siesta




A veces escuchas o ves algo que remueve algo en particular en tus recuerdos. Ayer ocurrió algo así.

A los niños de nuestra generación les tocó ir a clase mañana y tarde, por lo que lo de la siesta quedaba para fines de semana y vacaciones.

La Siesta, así, en mayúsculas, era la del verano cuando con 40º a la sombra no se veía un alma por las calles de Villarrasa. Por supuesto no había aires acondicionados pero es que también los ventiladores eran escasos. En casa, en concreto, sólo había uno.

Nosotros teníamos la obligación de dormir la siesta o de al menos no hacernos notar. Algunas veces dormíamos pero otras leíamos tebeos en la cama y muchas otras las pasábamos en complicidad en mi cuarto que era el que estaba más alejado de nuestros padres.

Allí hacíamos viajes imaginarios, jugábamos con el Tente, el Mecano o el Exin castillos o simplemente hablábamos de nuestras cosas tendidos en la cama esperando que pasaran aquellas largas horas.

De repente aquellas siestas veraniegas podían verse interrumpidas por el tañir de las campanas de la iglesia que estaba junto a casa. La hora y el sonido sólo podían significar una cosa, tocaban a muerto, algo sin mucho sentido para nosotros.

Ayer al salir de pintura escuche el tañir de las campanas de Valencina y me llamaron la atención porque creo que de una manera muy suave tocaban a muerto.


Un beso muy grande Jon.


P.D. Jon, Aitor, Isa y yo en Carcasonne durante nuestro viaje por el canal du Midi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario