Elantxobe, 20 de septiembre
Egunon denak!
En
primer lugar, quisiera pediros disculpas por no poder dirigirme a
vosotros en la lengua de mis antepasados en ésta, la iglesia de mi
familia materna y contemplando a un lado el altar de la Virgen de los
Dolores que arreglaba mi tía Begoña. Conozco algunas palabras y
entiendo bastante más, pero los primos de Huelva no hemos preservado
el Euskera.
Esta
visita no ha sido planificada sino fortuita por desgracia. De repente
nos ha dejado Juanjo y no podíamos dejar de venir, por él sí, pero
sobre todo por los que se quedan aquí, por su familia, hermanos,
sobrinos, y, sobre todo, por mi prima Arantxa y su hija Ana.
Conozco
a Juanjo desde hace ya muchos años cuando se casó con Arantxa y
pasó a ser uno más de la familia. Estuvimos presente en su boda y
en el bautizo de Jon Andoni y luego dimos también la bienvenida a
Ana a la familia.
Juanjo
era una persona muy alegre, cariñosa y amable y que siempre te daba
algún consejo. Al menos conmigo lo hacía cada vez que me veía, me
cogía aparte y siempre me reservaba unas palabras. Y se que a mi
padre también se lo dio. Ellos dos compartían un lazo invisible,
ambos habían perdido un hijo. Sólo diez meses antes de la partida
de Jon Andoni, se había ido también mi hermano Jon.
Tuvieron
charlas que les sirvieron de mutuo consuelo cuando hace unos tres
años se reencontraron en Huelva, mientras mi ama y Arantxa también
hacían lo propio.
La
muerte de un hijo es algo contra natura, se van de tu vida antes que
tú y eso rompe las reglas. Cuando vine para el funeral de Jon Andoni
por desgracia sabía que encontraría una familia en shock, unos
padres y hermana incrédulos. ¿Aquello era real?
Al
atardecer de aquel día, Juanjo y yo nos sentamos en la terraza de la
casa y yo simplemente le dejé hablar y contesté a sus preguntas. Me
dijo que nunca uno puede hacerse a la idea de lo que significaba
aquello, que cuando hablaba con mi ama intentaba consolarla pero que
no entendía entonces la profundidad de lo que nos había pasado, y
le dije que era cierto, que ciertos dolores no se pueden explicar
porque en nuestras mentes resultan inconcebibles. Cuando anocheció
los dos miramos hacia Ogoño y creo que pensamos lo mismo, ahí se ha
quedado Jon Andoni y allí también está él ahora.
Para
Juanjo, para Arantxa, para Ana, aquello fue un golpe muy duro del que
nunca te recuperas y que además llega a afectarte físicamente, no
duele sólo el alma sino que el cuerpo también se resiente y, de
repente, los años te caen encima.
Juanjo
fue un marido atento que ha estado cuidando a Arantxa en su
enfermedad y un padrazo con sus hijos, a los que intentaba inculcar
el amor y el respeto por los demás. Las palabras “hija” e “hijo”
en su boca sonaban distintas.
Cierto,
él ha partido, pero ya está con su hijo, pero aquí quedan los que
ahora nos tienen que preocupar, su familia. Arantxa tienes que
cuidarte mucho, ahora no puedes dejarte venir y Ana quédate con todo
lo que era tu aita, cualquier recuerdo es precioso, cuida mucho de tu
ama y de tí misma.
Juanjo,
Jon Andoni, iseko Begoña, Jon, cuidad de nosotros desde el otro lado
hasta que nosotros también lo crucemos. Otoi bat eta gero arte.
P.D. Juanjo nos dejó el pasado lunes 13 de septiembre y este pasado domingo tuvimos su misa de salida en Elantxobe, el pueblo de nuestra familia.
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