viernes, 25 de septiembre de 2009

El abanico de mi profesor

Estando en el hospital, haciendo tanto calor en este mes de agosto, pedías el abanico de propaganda azul, al que en la asociación de mujeres pinté tres flores blancas. Cuando lo cogiste pensé que dirías: estas son las cosas que tú pintas después de estar conmigo en la clase, pero no, lo cogió, lo miró y empezó a abanicarse como si tal cosa. A partir de ese momento fue su compañero inseparable, de tal forma que le digo, Jon cuando salgas del hospital tienes que hacer un cuadro contigo y el abanico. No me contestó. Pasó un mes de pruebas con sus dolores y esperanzas y el abanico….

Fuimos a Córdoba para dos días, a lo más tres, pasamos lo nuestro (él, nosotras y su abanico). Al segundo día nos mandan a la UCI y yo con mucho disimulo te quito el abanico de la mano (miedo al ridículo) pero ya te encargaste de pedirlo. Tu mano estaba helada, tu respiración jadeaba pero tus ojos nos miraban, estábamos los tres y el abanico. Contigo se ha ido, ya no necesita retrato en la tierra, tiene un sitio contigo en la Eternidad. Desde allí nos sonreiréis porque juntos caminaréis por los campos de nuestra sierra que tanto te gustaba y que tantas veces nos llevaste a pintar.

Adiós mi querido profesor.

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