Querido Jon:
Hoy nos hemos reunido en esta casa de todos, para recordarte una vez más.
Tu pérdida nos causó un gran dolor, por lo prematura e inesperada. Porque es hoy el día en que todavía no la hemos asumido.
No concebimos que lleguen los martes y los jueves y no nos estés esperando en nuestra aula, de tantos años escuchando tu voz fuerte que destacaba por encima de todas (que ya es decir). Pues no había día que no te cansaras de repetir una vez tras otra, que nos callásemos para, una vez conseguido, ofrecernos aquellas explicaciones y consejos que tanto nos agradaron en nuestra incipiente vida de artistas aficionados.
Siempre te tendremos en nuestro pensamiento al realizar los carboncillos dibujados en el papel, las acuarelas y pasteles en sus cartulinas y al deslizar los pinceles en nuestros sencillos lienzos de óleo en los que tú eras un verdadero maestro y creador.
Sentiremos a nuestra espalda tu presencia, para indicarnos tal o cual defectillo, o un animoso “por ahí van los tiros”, con un asentimiento de cabeza, cuando algo se hacía bien y te gustaba.
Al entrar en clase, sobre todo, las que te conocíamos bien, te mirábamos un momento a la cara y enseguida sabíamos si tenías o no un buen día, o si te habían hecho rabiar un poquillo las clases anteriores.
Eras entrañable hasta cuando hacías callar y si alguna vez te pasabas un poquillo, enseguida, desde la distancia, sentado en tu mesa, enviabas un guiño cariñoso como disculpa y todos contentos.
Tenías arte hasta para encandilar el ánimo de todas cuando tu querías.
Por encontrarme todavía en Galicia en mis vacaciones veraniegas, no he podido darte mi último adiós, hecho que siento de todo corazón. Pero El que todo lo decide y considera oportuno, te quiso rápido a su lado. Seguramente hacían falta más pintores como tú en el Cielo para, con tu riquísima paleta de colores increíbles, seguir llenando de alegría los cielos de Huelva.
Tú, que ya estarás ante las puertas de la Luz, cuando veas a Dios, pregúntale por qué, a veces, el Cielo no puede esperar, porque nosotros, desde aquí abajo, no lo comprendemos.
Gracias Jon, por habernos enseñado a amar y entender la pintura, por acomodar tu vida a las nuestras, a nuestros gustos y aspiraciones.
Gracias sobretodo, por convencerme para que me decidiera a dar el paso para exponer por primera vez diciéndome “anímate, ya estás lista”.
Gracias por echar piropos a nuestras obras con el afán de animarnos, por ser incansable y tener paciencia durante nuestros “cotilleos”.
Gracias por tan buen corazón.
Te fuiste en lo mejor de tu vida, con muchas ilusiones por cumplir pero no creas que te vamos a olvidar, siempre serás nuestro profesor, nuestro Jon.
Para ti, dónde estés y como tu más antigua alumna, te envío en nombre de todas y en el mío propio nuestra gratitud, nuestro cariño inmenso y el recuerdo eterno de nuestros corazones, porque como bien dice la preciosa canción “la muerte no es el final”, es un ¡hasta siempre!.
Te queremos Jon, y como tú decías al despedirte cuando hablábamos por teléfono:
Hoy nos hemos reunido en esta casa de todos, para recordarte una vez más.
Tu pérdida nos causó un gran dolor, por lo prematura e inesperada. Porque es hoy el día en que todavía no la hemos asumido.
No concebimos que lleguen los martes y los jueves y no nos estés esperando en nuestra aula, de tantos años escuchando tu voz fuerte que destacaba por encima de todas (que ya es decir). Pues no había día que no te cansaras de repetir una vez tras otra, que nos callásemos para, una vez conseguido, ofrecernos aquellas explicaciones y consejos que tanto nos agradaron en nuestra incipiente vida de artistas aficionados.
Siempre te tendremos en nuestro pensamiento al realizar los carboncillos dibujados en el papel, las acuarelas y pasteles en sus cartulinas y al deslizar los pinceles en nuestros sencillos lienzos de óleo en los que tú eras un verdadero maestro y creador.
Sentiremos a nuestra espalda tu presencia, para indicarnos tal o cual defectillo, o un animoso “por ahí van los tiros”, con un asentimiento de cabeza, cuando algo se hacía bien y te gustaba.
Al entrar en clase, sobre todo, las que te conocíamos bien, te mirábamos un momento a la cara y enseguida sabíamos si tenías o no un buen día, o si te habían hecho rabiar un poquillo las clases anteriores.
Eras entrañable hasta cuando hacías callar y si alguna vez te pasabas un poquillo, enseguida, desde la distancia, sentado en tu mesa, enviabas un guiño cariñoso como disculpa y todos contentos.
Tenías arte hasta para encandilar el ánimo de todas cuando tu querías.
Por encontrarme todavía en Galicia en mis vacaciones veraniegas, no he podido darte mi último adiós, hecho que siento de todo corazón. Pero El que todo lo decide y considera oportuno, te quiso rápido a su lado. Seguramente hacían falta más pintores como tú en el Cielo para, con tu riquísima paleta de colores increíbles, seguir llenando de alegría los cielos de Huelva.
Tú, que ya estarás ante las puertas de la Luz, cuando veas a Dios, pregúntale por qué, a veces, el Cielo no puede esperar, porque nosotros, desde aquí abajo, no lo comprendemos.
Gracias Jon, por habernos enseñado a amar y entender la pintura, por acomodar tu vida a las nuestras, a nuestros gustos y aspiraciones.
Gracias sobretodo, por convencerme para que me decidiera a dar el paso para exponer por primera vez diciéndome “anímate, ya estás lista”.
Gracias por echar piropos a nuestras obras con el afán de animarnos, por ser incansable y tener paciencia durante nuestros “cotilleos”.
Gracias por tan buen corazón.
Te fuiste en lo mejor de tu vida, con muchas ilusiones por cumplir pero no creas que te vamos a olvidar, siempre serás nuestro profesor, nuestro Jon.
Para ti, dónde estés y como tu más antigua alumna, te envío en nombre de todas y en el mío propio nuestra gratitud, nuestro cariño inmenso y el recuerdo eterno de nuestros corazones, porque como bien dice la preciosa canción “la muerte no es el final”, es un ¡hasta siempre!.
Te queremos Jon, y como tú decías al despedirte cuando hablábamos por teléfono:
“UN BESO GRANDE” de Manoly Miraz
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