lunes, 14 de junio de 2010

Jon y el canasto




Como todos los chiquillos de entonces, ellos jugaban en las calles del pueblo sin miedo a tantas cosas como pasan ahora.

Les teníamos dicho que antes de oscurecer vinieran a casa pero algunas veces se les iba el tiempo sin darse cuenta, sobre todo a Jon jugando a las canicas (Josebe venía más tarde de la clase).

Un día le dije que si venía de noche, le dejaría en la puerta sin entrar con un canasto y un trozo de pan. Recuerdo que se quedó pensativo (no estaba acostumbrado a los castigos) pero pasó y pasó.

Uno de los días se confió y vino de noche, tan tranquilo, mirándome a la cara para ver como estaba el asunto. Yo con las mismas, sin decirle nada le puse en la mano el canasto y le cerré la puerta detrás de la cuál me quedé. Me extrañó tanto silencio (sin llanto) y viendo que el tiempo pasaba, abrí la puerta y el pájaro había volado. Me llevé un buen susto y nos pusimos a buscarle (culpándome por lo que había hecho). Menos mal que tardamos poco en dar con él, estaba en casa de la tata Juanita sentado en la copa, tan tranquilo y con cara de no haber roto un plato.

Ya no le puse más castigos de ese tipo (primero y último). La castigada fui yo.

¡Ay, Jontxu!

P.D. Jon con Aitor. Se está riendo porque le dio a Aitor, que era muy pequeño, una azada, cosa que su madre no quería.

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