En uno de los días en el Juan Ramón Jiménez (sobre el día 25) estábamos con Jon, como siempre, cuando vinieron los alumnos a verlo. Eran tantos que Jon no quiso estar en el cuarto y nos fuimos a una salita que tienen con un balcón (desahogo de todo el que se siente prisionero).
En la salita lo pasamos bomba, entre las alumnas y Jon la juerga estaba asegurada. Se contaron chistes relacionados con el hospital, con sus pinturas y otras cosas pasadas a cada uno de nosotros... y así fue pasando el tiempo. El “enfermo” era el primero en no querer terminar.
Una de las veces le preguntó una alumna de Valverde que si quería que le trajera unas natillas y él le dijo que claro que sí y ella, como tiene esa gracia que Dios le ha dado, al día siguiente como lo más natural se presentó con las natillas.
Las natillas las probamos todos los de casa y estaban riquísimas. La fiambrera sigue en casa y durante este tiempo la he visto habitualmente y hace que me acuerde de ese día tan lleno de alegría y tan lejano en pensar lo que nos había de pasar. Nos teníamos que quedar sin aquel “Profe” lleno de vida y bromas.
Yo todavía no me creo que mi Jon no está entre nosotros con su cara sonriente y metiéndose con todos, pero como cristiana tengo que recuperar la Fe. Después de una vida comulgando hasta eso me está pasando, y espero que Dios me la devuelva, pues como les decía a los alumnos de Confirmación, la Fe no la tenemos, es un regalo de Dios.
Muchas gracias por todo, por regalarnos tu alegría y generosidad. Muchos besos de Jon y míos. A ver cuando te veo y te doy la fiambrera. Adiós valverdeña. Y a tí, Jon, muxu handi bat de tu ama.
En la salita lo pasamos bomba, entre las alumnas y Jon la juerga estaba asegurada. Se contaron chistes relacionados con el hospital, con sus pinturas y otras cosas pasadas a cada uno de nosotros... y así fue pasando el tiempo. El “enfermo” era el primero en no querer terminar.
Una de las veces le preguntó una alumna de Valverde que si quería que le trajera unas natillas y él le dijo que claro que sí y ella, como tiene esa gracia que Dios le ha dado, al día siguiente como lo más natural se presentó con las natillas.
Las natillas las probamos todos los de casa y estaban riquísimas. La fiambrera sigue en casa y durante este tiempo la he visto habitualmente y hace que me acuerde de ese día tan lleno de alegría y tan lejano en pensar lo que nos había de pasar. Nos teníamos que quedar sin aquel “Profe” lleno de vida y bromas.
Yo todavía no me creo que mi Jon no está entre nosotros con su cara sonriente y metiéndose con todos, pero como cristiana tengo que recuperar la Fe. Después de una vida comulgando hasta eso me está pasando, y espero que Dios me la devuelva, pues como les decía a los alumnos de Confirmación, la Fe no la tenemos, es un regalo de Dios.
Muchas gracias por todo, por regalarnos tu alegría y generosidad. Muchos besos de Jon y míos. A ver cuando te veo y te doy la fiambrera. Adiós valverdeña. Y a tí, Jon, muxu handi bat de tu ama.
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