domingo, 13 de diciembre de 2009

El teléfono de la noche

Cada noche espero tu llamada como casi siempre y si llama otro, mi corazón salta a cogerlo ¡mi Jon! Desilusión, pena, pena de una realidad que nunca podrá ser, el teléfono del cielo no funciona. No podemos hablar preguntando o contando nuestras cosas, era nuestro rato porque al mediodía aunque venías a comer (algunas veces con prisa) no se nos ocurría hablar de cosas serias. No es que por la noche arregláramos el mundo pero era nuestro rato…

Algunas veces te reñía cuando llamabas tarde pero a ti no te importaba, no te parabas a pensar como el resto de la gente.

Algunas veces pienso ¿se equivocó Dios al llamarte tan pronto? No puede ser, El es la sabiduría infinita ¿por qué habrá sido? ¡Ay! Si los humanos pudiéramos comprender la voluntad de Dios que distintos serían estos momentos y días para mí…

Luego, en todo veo tus manos, tus ojos, todo tú en un cuadro puesto, en un sillón, tu cuarto, las comidas del régimen. Sabias cuidarte bien, un cuerpo de atleta con salud de hierro (andabas, nadabas, etc.), no fumabas, todo lo necesario para estar en forma.

Ya no verán la furgoneta esperando tus compañeras de marcha, Rosa, Mila y todos los que querían agregarse. De hecho nos querías llevar también a tu aita y a mí porque nos veías ir en Aljaraque a andar junto al campo de fútbol (eras todo corazón) y te decía que nosotros íbamos mejor solos, que estábamos cerca de casa y es que te gustaba tener a todos a retortero.

Un beso, ama.

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