Estabamos en un cuarto cuadrado, con una cristalera grande cerrada. Dentro una especie de hielo en polvo o mejor dicho unas nubes blancas como de algodón que se movían y agrandaban hacia el fondo. El cuarto estaba en pendiente.
Jon y otros chavales de su edad, incluidos antiguos compañeros de clase estaban dentro. Había que mantenerse en el lado vacío y no caminar hacias las escarchas puesto que los taparían cubriéndolos...
"Jon, hijo mío, estate quieto, no camines para delante. ¡Jon, mi vida!" Y Jon caminaba hacia delante sin parar mientras Jhosebe no paraba de llamarle sin cesar: "Jon, no andes, no te acerques que te lleva".
Y yo le digo "Jhosebe, hija, no lo llames, ¿no ves que ha llegado su hora, que es su destino?" Y en ese momento desperté y llorando me dije: ¡Era tu destino!
Los demás se salvaron...
Tu madre que te añora.
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