domingo, 31 de enero de 2010

Los Pinos según Jon



Para la exposición en Valverde, además de la tarjeta, Jon escribió este texto sobre Los Pinos y las historias que nuestro padre nos contaba a ambos.

Cuando mi abuelo Pepe levanta Villa Rocío estaba construyendo sin saberlo los pilares de mi futura felicidad. La casa, situada en Los Pinos, sencilla como el madroño que la guardaba, rezumaba paz y en ella se criaron libres sus seis hijos bajo la mirada atenta de Andrea Pérez Huerta, mi bisabuela, aquella misma a la que se le estalló el corazón tras el esfuerzo de recoger naranjas.

Tenía aquel lugar el encanto propio de las cosas que surgen del amor y en donde el vasto mundo aún siendo desconocido se nos antojaba bueno. Sobre sus paredes encaladas tiraba yo mis dardos certeros y en las camas de latón y hierro que albergaba, navegué, guiado por los libros de Salgari, las noches impregnadas de eucaliptos. ¿Cuántos cubos habré subido desde el pozo que estaba a sus pies? ¿Cuánta encina habrá calentado mi niñez? Leña que traída de la sierra no tan lejana musicaba las tardes al crujir de las llamas.

En Los Pinos el tiempo se arrinconaba y se dormía despacio al ronear de los segundos arrancados al reloj. Allí, dos niños ajenos al dolor descubrieron la importancia de la vida a la luz de una vela.

Mi padre, Juan Manuel Castizo Romero, hijo de María Romero, aprendió allí mismo a ser padre aconsejado por el aromo de la puerta y un coro vegetal que jamás dejaría de acompañarle, le mantuvo atento al lenguaje de la naturaleza. Él nos enseñó el valor real de las cosas y a sentir el dolor ajeno antes que el propio. Él crea junto a mamá un mundo repletito de trenes de latas con sus ruedecillas de fanta Mirinda y cuajado de amaneceres con manteca y tostá. Él siempre sostuvo siempre lo que yo habría de aprender más tarde, que la felicidad a cachitos viene enganchada a las pequeñas cosas, a un chapotear tembloroso y temprano en la alberca de mi tío-abuelo Diego Romero, agua que curaba el cuerpo con su verdín verde muy verde, a unos buñuelos de la tía Felisa Mantero en los cuartos que bastaban para resplandecer el alma. Aún hoy es fácil imaginar en uno de aquellos cuartos, exactamente el del mirador, al hijo del marqués aquejado de raquitismo asomado al sol que le daba vida.

En aquellos inviernos cuando las horas tardías te empujaban al país de los sueños, en duermevela, escuché de boca de mi padre la vida y andanzas de otras personas, algunas vivas, otras no tanto. Surgió poderoso ante mis ojos un personaje, el Tío Pedro, el del huerto, fue uno de Los últimos de Filipinas, que sin saber bien si quedo último en una carrera de coches o qué, se me antojaba importante aunque se dedicara a las verduras al final de sus muchos días.

Mi padre, como buen Romero, acostumbra a mantener la memoria fresca y suelta la lengua. Así podréis imaginar que conozca yo del Tito, aquel heladero con su piara de niños pidiéndoles escurrajillas cuando transitaba la calle Camacho cargado de su baulito frío o que me doliera la sacrificada muerte de la tía Dolores que un parto generoso se la llevó el de arriba supongo que a cantar. Hablando de cantar, ¿no os parece que resuena el tren del Buitrón tronando canciones de mineros? ¿Lo habrá oído Juan Lorca? ¿Y si Juan cansado de los cortes sólo escucha su música interna? ¿Tocaría ese tren fantasma el corazón de Sordilla la lechera y Patrocinio? A lo mejor sus vacas esperaron más que humanas que las recogieran en El Cuervo con destino a pastos mejores aunque lo dudo.

Podría llevarme meses relataros la grandeza de algo tan simple como aquel paraíso en miniatura. Yo supongo que los Calero y los Polanco tendrán sus recuerdos habitados por los mismos olores y sabores que yo y que, incluso Luis Palomar, cuya infancia desconozco, tuvo su alberca, su Belén nevado de harina y su día de Corpus estrenando ropa. Lo que sé seguro es que jamás he sido tan feliz como en aquellos años y que si un amor herido enterró su carne más querida en la tumba de la inglesa, quién soy yo para discutir dónde empieza el cielo...

© Jon Castizo Ciluaga


P.D. Nosotros, en Los Pinos, con nuestra madre y los ahora compadres de nuestros padres, Pepi y José María.

jueves, 28 de enero de 2010

A veces la familia no se quiere enterar


Es curioso como una sola frase puede quedar marcada a fuego en tu mente. La persona que la dice la incluye en una conversación sin saber cuánto puede influir en los que la oyen.

Esta frase nos la dijo tu doctora cuando nos reunió para darnos el resultado de tu biopsia un mes más tarde de tu muerte. En aquel momento bastante teníamos, aún estábamos en shock y yo estaba obsesionada por saber la causa de tu muerte, así que no le respondí.

He revisado en mi mente todo una y mil veces y no encuentro en qué momento no nos quisimos enterar. Es posible que ella que se incorporó a tu caso a la vuelta de sus vacaciones no supiese lo que habían dicho tus doctores anteriores. Sólo tuvimos un veredicto y fue el que dio en aquel día horroroso a tu madre el doctor sobre un cáncer de esófago que luego no fue tal.

Yo sí pensaba o intuía que lo tuyo podía ser para largo y pesado pero en ningún caso mortal. ¿Por qué iba a pensarlo si no tenías diagnóstico y nadie había hablado con nosotros?

Ella nos dio una carta para entregar en Córdoba aunque ya habían remitido tu expediente. Siempre te dicen que no leas ese tipo de cartas porque puedes entender lo que no es. Yo, ya sabes como soy, la leí, un informe médico con una retahíla de pruebas con resultado negativo, tu tratamiento actual y tres posibles diagnósticos que incluían el no saber la causa (eso pusieron en tu certificado de defunción, fibrosis pulmonar idiopática) pero que no decían nada sobre el alcance.

Fui consciente de que estabas muy mal cuando salieron los cirujanos después de realizarte la biopsia pulmonar y nos dijeron muy serios que tus pulmones estaban muy mal pero aún así nos dijeron que te mandarían a casa en dos días a esperar el resultado.

Tu madre, seguramente por mi culpa ya que le he hablado varias veces de esta frase, se come mucho la cabeza por no darse cuenta de lo mal que estabas para como ella dice “comerte a besos” mientras te tenía, pero ¿cómo íbamos a darnos cuenta? Tu aspecto era inmejorable y se que incluso los médicos de Huelva se sorprendieron con tu muerte en Córdoba y la rapidez con la que ocurrió todo.

Jon, aún hoy, más de cuatro meses después, a todo el mundo que te vio en el hospital le sigue costando aceptar tu muerte tan aparénteme sano.


Un beso muy grande, Jhosebe.


P.D. Nosotros de pequeños con unos trajes crudos, iguales por supuesto, que supongo no durarían mucho así.

martes, 26 de enero de 2010

Los cuadros de Barcelona


Ayer fue un día horrible. Comencé yendo a una tienda de tu compañía del móvil para preguntar cómo liberarlo. He decidido quedarme con él y usarlo, así seguirá funcionando aunque sea a través de mí.

Cuando llegué me dijeron que había que esperar a los 18 meses (aún no hemos podido dar de baja tu línea) o que fuese a una tienda que los libere. Les conté que habías fallecido y que no podía encenderlo. Me ofrecieron enseguida un duplicado de tu tarjeta y me preguntaron unos datos, tu número de teléfono, código postal y DNI. Al ver que empezaba a decirlo sin consultar me dijo que necesitaba el tuyo. Yo les dije que era el tuyo, que sólo difiere con el mío en el último número, ¿cómo no voy a saberlo?

Salí de allí con la tarjeta temblando y encendí tu móvil esperando encontrar mensajes y llamadas perdidas incluyendo los mensajes que te envié cuando llevamos tus cenizas y en tu cumpleaños, pero no, no había nada, parece que mensajes y demás tienen una caducidad. Me alegré, así no pude regodearme en el dolor.

Una hora más tarde, llamaron a mi móvil. Me traían un “bultito”. Pensé, los cuadros, pero me lo dice con ironía ya que tienen un tamaño considerable. Llamé a casa nerviosa avisando de su llegada.

Todo comenzó hace un año y medio. Enviaste fotos de tus cuadros a una galería de Barcelona y de ellos escogieron algunos para exponer y vender. De ellos, que yo sepa, se vendió uno.

Estando en el hospital, entre rato y rato y aburrimiento me dijiste: “tengo unos cuadros en Barcelona que quiero que me devuelvan de una vez. Voy a darles tu nombre y tu teléfono y que los manden a casa”. Yo te respondí: “mira que eres liante, espérate a salir del hospital y lo organizas tú. ¿Qué más te da esperar un poco más?” Y ahí quedó la cosa.

Cuando falleciste, hablé de ellos con tu amigo Alex. Yo no sabía ni la galería ni cuántos eran pero me recordó que tu amiga Rocío vivía en Barcelona en aquella época.

Hablé con ella en la misa de Aljaraque y me dijo que estuvo contigo en la inauguración y que tenía fotos. Me las mandó y de las siete, tres eran cuadros tuyos y el resto no. Ya sabía que al menos tenían dos cuadros quitando el vendido. Me dijo que intentaría saber el nombre de la galería.

A las dos o tres semanas encendí tu portátil, revisé tus correos y contesté a tus amigos. Entre los enviados, había uno al galerista en el que le dabas mis datos el 8 de septiembre, el día que hablamos en el hospital. Como de costumbre, habías pasado de mí, seguiste con tu idea y no me hiciste caso pero gracias a ello supe el nombre del galerista.

Me puse en contacto varias veces con él y, por fin, ayer llegó un paquete de metro y medio por metro y medio con cinco cuadros dentro. Tu madre los recibió en casa y al verlos me llamó llorando al trabajo “ahora sí que lo estamos enterrando”. Y era cierto, por un lado quería cerrar este capítulo pero por otro ésta será la última entrega de cuadros por mensajería a nuestra casa.

Para mí el día se cerró como siempre pensando en ti pero volvió a mí la incredulidad. Veo tus cuadros, tus cosas en mi casa y me digo que esta vida no es real. ¿Cómo se distingue la realidad? ¿Cómo puede ser ésta en la que no volveré a tenerte conmigo?


Un beso, tu hermana.


P.D. Jon y Rocío junto a uno de sus cuadros en Barcelona en la inauguración de la exposición.

viernes, 22 de enero de 2010

Tus cosas


Esto sigue siendo un vaivén. Creo que lo voy superando y de repente me veo llorando revisando tus cosas.

Ayer estuvimos en el campo. Aitor está yendo a trabajar allí, arreglándolo y sembrando. Tu madre se derrumba cuando se queda sóla en casa por las mañanas, así que le dije que le acompañara al campo para entretenerse, ¡me da tanta pena no poder hacer nada para quitarle este dolor! Eso hizo y al final también fue tu padre. Tu madre se puso con otros cuadros que quedaban en una habitación sin revisar aún y yo fuí al salir del trabajo a pasar la tarde.

Todo el mundo acumulamos cosas. Me pongo a pensar y yo también tengo unas cuantas pero, claro, tú tienes un añadido, eres un artista, y a los trastos habituales se añaden cuadros, materiales, herramientas, estatuas, cerámica e incluso muebles para restaurar.

Vimos los cuadros que estaban allí y que son anteriores a tu estancia en San Francisco. Algunos están estropeados pero otros están perfectos. Te gusta experimentar con diferentes materiales y algunos no son duraderos.

Al principio parece que resulta más fácil desprenderse de cosas pero ahora y sobre todo con esos cuadros que tienen tanta historia, parece casi imposible.

Luego está lo que guardamos todos o al menos yo también tengo guardado, entre ello, apuntes del instituto y de la universidad. Revisé una bolsa que tu madre me dió y allí había de todo, latín, filosofía, dibujo, inglés, ... (COU supongo) y entre papeles, muchos dibujos y monigotes, algunos de un sólo ojo por los que te dió una temporada y un dibujo a plumilla y tinta del pueblo de nuestra madre, Elantxobe, que adjunto a esta entrada.
Se siente tanto dolor al recordar aquellos momentos, ver tu letra, tus comentarios de texto, ¡un boceto de cabeza de burro que hiciste para el folleto de vuestra obra de teatro de tu grupo del instituto "Los epsilones"!, ... En fin que he guardado los dibujos, los monigotes, algún texto y exámenes, y el resto lo quemaré. ¡No quiero echarlos a un contenedor!

Yo ya he empezado a tirar cosas mías. Guardamos cosas que jamás vemos luego y no quiero que nadie tenga que venir a tirarlas después. Claro, que hay cosas que no puedo tirar, como la copia que he encontrado de una carta que te envié a San Francisco por tu cumpleaños.

Mi hermanito, ¡cuánto te echo de menos!

domingo, 17 de enero de 2010

El vespino

17 de enero, 4 meses

Pues sí, han pasado ya cuatro meses y aquí estamos sin creérnoslo todavía, como me dijo Paco el otro día, "no parecía enfermo al ir a Córdoba". Cuatro meses desde que hablamos por última vez en la UCI, tú por señas, indicando que te encontrabas regular y que tenías hambre y sed, y nosotras, intentando tranquilizarte.

Aún estamos arreglando tus cosas y entre ellas, tu vespino. Ya no lo usabas y lo habías dejado en casa de tus amigos, Paco y Marga, para que te lo guardaran. Con el tiempo les dijiste que les darías los papeles para que lo tuvieran para sus hijos pero ese momento no llegó.

Ahora estamos intentando hacerlo aunque es complicado: pasar la itv, cambiar de propietario poniendo a tus padres y de tus padres a ellos.

El viernes les llevé los papeles y allí fuera tenían tu vespino. Una cosa era hablar en abstracto sobre él pero cuano lo ví, afloraron en mi multitud de recuerdos.

Paco me dijo que tenía unos años y yo calculando le dije que era del 91, un año antes de la Expo. Como olvidarlo, cuando lo compraste me dijiste ilusionado que te acompañara a recogerlo y allá fuimos los dos. Recogimos el vespino, los papeles y tuvimos el valor de montarnos esa primera vez los dos juntos en él, eso sí, con los cascos puestos. Yo además llevaba una carpeta tuya de las grandes de dibujo. Vamos, debíamos ser todo un espectáculo.

Cuando te fuiste a San Francisco se quedó en mi casa y lo volviste a coger al regresar después de 5 años. Durante un tiempo, sobre todo si hacía bueno, recorriste a menudo el camino Punta Umbría - Aljaraque en él.

En uno de tus paseos por la playa te lo robaron pero lo encontraron. Apareció el pobre sin luces, ni tubo de escape, ni transportin,... Lo arreglaste pero como ya tenías carnet de conducir (americano) en cuanto tuviste dinero te compraste una moto grande (echabas de menos la que tenías en San Francisco) y el vespino quedó otra vez en dique seco.

En fin, por aquí sigue y además funcionando. Creo que sí podrá pasar la ITV y servirle a un nuevo dueño.

Estuve un rato charlando sobre tí con Paco y Marga y unos amigos suyos y al despedirme de Marga en la puerta me dijo "hemos tenido la suerte de conocer a un genio" y yo le respondí "cierto" pero en realidad pensé "es verdad, pero para mí es mucho más que eso, es mi hermano y ya no lo tengo".

Te quiero mucho Jon.


viernes, 15 de enero de 2010

La nevada

Hola Jon, el jueves pasado me dijeron en el trabajo que este fin de semana podía nevar porque las condiciones climatológicas eran favorables. Ya sabes, nunca hemos visto nevar en Huelva y Sevilla y nuestros padres siempre recuerdan la nevada del 54. Lo primero que dije fue, “si es verdad, cosa que dudo, mi hermano Jon se lo va a perder” (ahora siempre me vienes a la mente).

Viernes y sábado nevaba en el centro y norte peninsular pero nosotros aunque teníamos frío, nada. El domingo esperábamos que subiera la temperatura porque se esperaba lluvia pero no, a pesar de ella había 4 o 5 grados en la calle.

Como todos los días, dimos una vuelta para despejarnos a pesar del frío y esta vez fuimos a la casa de campo sólo a recoger unas cosas porque hacía mucho frío para quedarse.

Cuando nos aproximábamos y viendo el termómetro del coche, comenté que con esa temperatura me había nevado en Bilbao y al ir llegando a la casa bajó hasta los 2 grados y ¡sorpresa!, primero caían copos de nieve mezclados con agua pero justo en nuestra casa empezó a nevar y estuvo un rato haciéndolo.

Tu madre me riñó por no llevar la cámara de fotos (siempre me dice que debo llevarla) pero te aseguro que ha quedado grabada en nuestra retina la imagen de nuestra casa bajo los copos de nieve.

Fue un momento muy especial para nosotros, tu madre, Aitor y yo, y me acordé de ti diciendo lo mucho que te hubiese gustado verlo y tu madre me contestó firme, lo está viendo.

Eso espero Jon.
P.D. Evidentemente no tenemos foto para esta entrada y ayer cuando leí este texto a tu madre me dijo que aquello fue un regalo que tú nos diste. La verdad es que llegamos justo en el momento preciso para verlo.

jueves, 14 de enero de 2010

El chino

Antes de comenzar las Navidades, tu hermano me comentó cuánto te echa de menos. Ahora ya no puede charlar contigo de vez en cuando ni compartir contigo cosas como comidas y cenas en el “chino”.

A los dos os gustan los chinos. Solíais ir a cenar en Punta cuando Aitor se llegaba por ahí o a Cartaya o Huelva cuando le recogías al mediodía. Alguna vez también en Aljaraque y en esas ocasiones alguna vez os acompañó nuestra madre a pesar de que no le hacen mucha gracia los “chinos”.

La primera vez que comí comida china fue cuando te visité en San Francisco (allí te aficionaste a su comida) y me llevaste a una especie de self-service chino que te gustaba mucho. A mí tampoco me hacen mucha gracia porque, ya sabes, los pimientos, tan habitual en su cocina, no son lo mío y llego habitualmente hasta el arroz tres delicias. A pesar de todo le dije que yo iría con él de vez en cuando.

Así que pasadas las “fiestas” le dije, “este sábado vamos al chino del Estadio Colombino” y eso hicimos, y al final, se apuntaron también nuestros padres.

Aparcamos donde tú sueles aparcar en un día de mucho frío (4º a las 2 de la tarde) y, la verdad, comimos estupendamente. No es un chino habitual, tiene comida asiática en general y es un self-service. Probamos y repetimos de todo lo que nos pareció. Creo que hicimos el primo por no pedir que nos asaran nada pero para ser unos novatos no estuvo mal.

Durante todo el rato que duró el almuerzo me acordé de ti y de alguna manera, el saber que tu ibas con frecuencia hizo que te sintiera a nuestro lado, como si estuviéramos la familia al completo. Además más tarde Aitor me dijo que estábamos sentado en una de vuestras mesas habituales. Yo que estaba sentada frente a él le dije, “entonces yo estoy en el sitio de Jon” y me dijo “sí, ahí se sienta Jon” y aún te sentí más conmigo.
Un beso muy grande, tu hermana.

martes, 12 de enero de 2010

Nostalgia: pena al recordar un bien perdido


Texto de Jon para la tarjeta de su exposición en Valverde en el 2000.


Me pregunto si vivimos para conocernos o si bien huimos del adulto que somos. En cada hombre a veces enterrado, otras a flor de piel, habita un niño. Un niño al que argumentando destinos de gloria ahogamos lentamente hasta sofocar ese ruido lejano de canicas encontradas.

Yo desconozco mi destino y pocas certezas me acompañan, quizás sólo la huella que me precede y aún ésta al andar, pierde su forma cuando me roban mi vida o bien se tiñe de nubes mi horizonte.


Vuelvo la vista atrás y hundo mis brazos en el pasado, pescando sonrisas desnudas. Reivindico la inocencia como refugio para todos nosotros, los héroes de lo cotidiano.

© Jon Castizo Ciluaga



domingo, 10 de enero de 2010

El sueño de Isa


Este es uno de los muchos sueños que he tenido contigo desde que viajaste hacia un lugar en el que no pudimos acompañarte.

El sueño comenzaba estando yo con mi familia reunidos en un lugar de la Antilla. Estando todos allí, una de mis primas trajo un video de años anteriores para que lo viéramos. Cuando las imágenes comenzaron a pasar, cual fue mi sorpresa que aparecías tú en el video junto a dos de tus amigos que ahora no recuerdo bien de quienes se trataban (es que tenías tantos que era imposible acordarse de quienes eran…) Entonces me puse triste y pensé, siempre estás en mi mente pero además también llega alguien que me hace recordarte y que me ponga triste....

Esas imágenes desaparecieron y entonces el sueño transcurría ahora en Aljaraque, en una de sus plazas. Yo me encontraba con una pareja amiga tuya a la que saludaba y pensaba de nuevo: “míralo, todo me recuerda a ti”…

Continué caminando por el pueblo y entonces te vi. Me sorprendí muchísimo porque yo ya sabia que tú no estabas en nuestra dimensión, pero aún así corrí hacia ti con los brazos abiertos para abrazarte. Es lo que anhelo tanto, ABRAZARTE. Estabas igual que siempre, quizás algo más delgado, con tu mirada sonriente aunque algo cansada, tus vaqueros, y tu gorrita, como tú eras, y yo te abracé y te abracé...

Me dio muchísima alegría verte y te pregunté “¿qué haces aquí?” y me contestaste: “he venido a verte porque me tienes muy harto y cansado” ( hasta en sueños sigues con tu ironía y tu sentido del humor). “Pero ¿porqué?” pregunté yo y contestaste: “porque yo sabía que te ibas a acordar mucho de mí, porque sabía lo que me querías, pero es que me tienes cansado Isa, no dejas que me marche porque estoy continuamente en tu mente, no me dejas”. Yo contesté, “¿y qué hago?”. ”Pues deja de pensar tanto en mí, no estés triste”. Yo le pregunté nerviosa “pero.. tú como estás?” y respondiste, “yo estoy bien amiga, aquí se está bien de verdad”. Mi siguiente pregunta era “pero, cuéntame, ¿qué es lo que hay en el otro lado Jon?” Me dijiste, “no puedo contarte nada de lo que hay aquí pero deja de preocuparte porque estoy bien” (la verdad es que tenias muy buen aspecto). “Entonces, ¿tú y tus consejos....?” “Mira Isa, tienes que ser feliz, disfruta de la vida, alégrate de todo lo que tienes, VIVE, fíjate en mi, vinieron a buscarme y tienes que disfrutar porque no sabes cuando vamos a ir a buscarte....” Entonces yo me quedé mirándote y volví a abrazarte.

Me desperté contenta y feliz porque había podido verte, hablar contigo y sobre todo abrazarte y sentirte...

Desde aquí te mando muchos besos y me ha quedado claro que de verdad estás bien... No sé si seguiré dándote la lata porque los pensamientos no podemos controlarlos y te echo muchísimo de menos. mi amigo del alma...

Te quiero y aunque tengo muchas ganas de verte, espero que no vengas a buscarme pronto..., sólo en los sueños.

miércoles, 6 de enero de 2010

La cabalgata de Reyes


Ayer día 5 la que tuvo un bajón y bien fuerte fue tu madre. Desde que empezó el día estuvo recordándote constantemente y la ilusión que pusiste en la cabalgata de Aljaraque del año pasado.

Trabajasteis mucho, pasasteis frío pero también disfrutasteis mucho, tú y tus alumnos-amigos, haciéndola.

Pasamos la tarde juntos en Aljaraque y Bellavista para verla con luz de día y de noche. La verdad, fue una cabalgata estupenda aunque a ti, el artista, te pareció que le faltaron luces. Fuiste muy feliz aquel día.

Luego y como es nuestra costumbre cenamos juntos y nos despedimos hasta la mañana siguiente. Por la mañana llegaste, como siempre, refunfuñando por lo temprano, abrimos los regalos y desayunamos churros.

¡Cuánto ha cambiado nuestra vida! Este año hemos pasado la tarde y el día en el campo, precisamente para no ver ninguna cabalgata.

Por la tarde, Antonio se acordó de nosotros y nos trajo un roscón de Reyes. Luego otra vez a dar una vuelta, tu madre necesitaba salir. Fuimos a ver como bajaba el Tinto con las lluvias y para volver dimos un rodeo por Niebla. Con el paseo tu madre se puso algo mejor.

Hoy, día 6, no hemos tenido que llamarte para despertarte, ni esperarte, ni escuchar tus protestas por el madrugón. ¡Díos mío, nos resulta tan difícil no tenerte!
Tu hermana.


P.D. Jon, Aitor y yo con nuestros regalos en Reyes de 1986. Jon con su nueva bata para pintura y su mechón de pelo teñido a la moda, Aitor con su traje de vikingo, nave de la segunda parte de la guerra de las galaxias y yo, sosteniendo junto a Aitor un tapiz que Jon me dibujó. El tapiz está ahora colgado en mi casa. Aparece también nuestro Trivial que fue regalo para todos y que ahora esta supermanoseado. Además Jon y yo tenemos en la mano dinero que nos dieron unos amigos muy queridos (por aquel entonces no andabamos muy boyantes y lo primero en casa era pagar las carreras).

lunes, 4 de enero de 2010

La Nochevieja

Durante todas las fiestas hemos continuado con nuestra consigna de no parar. El martes 29 tu madre y yo intentamos dar una vuelta por la sierra. Digo “intentamos” porque el diluvio que nos ha acompañado estas fiestas tuvo uno de sus puntos álgidos ese día, así que nos dimos la vuelta en Zalamea. No estamos tan locas todavía.

El miércoles 30 lo teníamos cubierto por el médico aunque también dimos al salir una vuelta. Por la tarde, otra vez fuera, llamamos a tu tía por si quería acompañarnos y nos fuimos a Cartaya.

El jueves 31 por la mañana salimos a comprar (cualquier cosa vale) y por la tarde al cine a la “última sesión” (ese día a las 6 de la tarde). Tus padres y yo vimos “No es tan fácil”, supuesta comedia que no nos hizo mucha gracia, en una sala para 200 personas en la que sólo estábamos siete incluidos nosotros. Cuando salimos, el Aqualon parecía un edificio fantasma pero el objetivo estaba conseguido, entre paseo y paseo ya eran las nueve de la tarde.

Por la noche cenamos temprano y nos quedamos pronto tu madre y yo solas en el salón. El supuesto programa de risa de José Mota estuvo regular. Después no teníamos ganas de ver nada de lo que ponían en la tele pero como no teníamos sueño se me ocurrió ver el primer programa tuyo de los que nos han copiado.

Lo cierto es que, a pesar de que pensamos que no podríamos, nos resultó muy agradable verte dando explicaciones sobre los materiales de pintura e incluso nos permitimos criticar tu bata. Así, viéndote pasaron las campanadas y los cohetes. Nos acompañaste mucho en esa hora y sentimos que seguías con nosotras.

Tu madre había decidido no coger el teléfono esa noche pero lo cierto es que la gente fue muy prudente y no llamaron. Tampoco hubo mensajes de móvil esa noche.

En fin, ya queda poco de estas “fiestas”.
Un beso, tu hermana.

viernes, 1 de enero de 2010

La despedida


Sabes Jon, aunque muchas veces me acuerdo de tu periplo hospitalario, casi nunca pienso en el día posterior a tu muerte.

Sin saber porqué, ni a qué vino, cuando volvíamos el martes a casa después de dejar a la tía Miren en la suya, me abrí con nuestra madre y le conté todo lo que pasé. Jamás le había hablado de aquellos momentos y no sé, pero como ella dice, lo tendría dentro y alguna vez tenía que salir. Le relaté todo llorando con desconsuelo aunque me arrepiento de ello porque sé que fue un digusto para ella.

Nosotros que no hemos perdido a nuestros padres (cosa que espero no ocurra pronto o me volveré loca) jamás hemos organizado un funeral.

La única que habló cuando el médico nos dijo a los cuatro que habías fallecido fue tu madre que dijo perpleja "¿Y ahora qué hacemos?" El médico respondió lo llevaran al morturio y luego os lo podéis llevar.

Cuando llegó el de la funeraria al mortuorio del hospital, lo único que teníamos claro y que además tú habías dicho alguna vez, era que te incineraríamos.

Tus padres estaban destrozados y allí en la sala decidiendo detalles, estuvimos tu tía Miren, tu primo Crisanto y yo. En lo único que nos paramos fue en elegir la urna. Tu tía dijo que ese modelo concreto era moderno y a tí te gustaría y ese elegimos.

En esos instantes dí tus datos y los míos, ¡dos DNIs contiguos! ya que fuimos a sacarlos el mismo día, tus datos como "difunto" (¡cuánto odio esa palabra!) y los míos como responsable a la hora de reconocerte y recoger tus cenizas. Apuntaron mi móvil como contacto.

A partir de ahí, nos esperó una noche larga en la que nos enseñaron tu cuerpo. Bueno, sólo se podía ver tu cara con una dulce sonrisa en los labios, parecías dormido. Esa cara con un lunar al lado de la nariz y una cicatriz en medio de la frente fruto de una "gallinita ciega" un poco peligrosa cuando andabas por los 4 o 5 años de edad ¡Vaya golpe que te diste con el lateral del muro del colegio!. Querría haber visto tus manos, tus brazos, esa cicatriz en el brazo derecho que te ganaste con una caida en una bici igual a la mía pero de color azul.

Sé que es una estupidez y tú no podías sentir nada pero te dí un último masaje entre las cejas como tanto te gustaba y un beso al cerrar el ataud y trasladarte al tanatario para el funeral. Nos olvidamos de meterte el abánico que te acompañó en tus últimos días en los hospitales. ¡Hacía tanto calor y tú sudabas tanto por el esfuerzo...!

En el tanatorio vuelta a firmar papeles y entregar la fotocopia de tu DNI y del mío. Me explicaron que después del funeral te bajaban y me llamarían para estar presente cuanto te introdujeran en el horno. Y así fue, me llamaron y con el abanico en la mano, bajé. Tu madre no se dió cuenta y me ha dicho que debí haberla avisado pero como se había despedido en el mortuorio del hospital y me había dado el abanico pensé que no quería ir. Al darse cuenta de que iba sóla me acompañaron Rosario, Pepi, José María, ¿Antonio?, no sé si alguno más de los "compadres" de Villarrasa, no lo recuerdo, no estoy segura.

Me dijeron que si quería que abrieran el ataud y les dije que sí, introduje el abanico y te dí mi último beso. Rosario me apartó de tí. Se sentía el calor del horno y yo no quería dejarte allí, pero lo hice, la razón pudo más que el corazón que hubiera querido quedarse contigo siempre.

Luego esperamos con nuestra familia y amigos a que todo acabara charlando, contando anécdotas, recordándote.

Tres horas más tardes sonó mi móvil. Ya podíamos recoger tus cenizas. Fuimos tus primas Miren y Sonia y yo. No olvidaré la frase de Miren: ¡Uy, ¿esto es lo que queda de mi primo?!

Y regresamos a Huelva.

Jon, ayúdame.

P.D. Esta foto fue tomada durante unas Navidades en el campo cuando ambos estábamos en el instituto. Estamos todos incluidos nuestro gato Baltza y mi padre que hizo la foto. Aitor andaba como siempre con su balón...