viernes, 22 de enero de 2010

Tus cosas


Esto sigue siendo un vaivén. Creo que lo voy superando y de repente me veo llorando revisando tus cosas.

Ayer estuvimos en el campo. Aitor está yendo a trabajar allí, arreglándolo y sembrando. Tu madre se derrumba cuando se queda sóla en casa por las mañanas, así que le dije que le acompañara al campo para entretenerse, ¡me da tanta pena no poder hacer nada para quitarle este dolor! Eso hizo y al final también fue tu padre. Tu madre se puso con otros cuadros que quedaban en una habitación sin revisar aún y yo fuí al salir del trabajo a pasar la tarde.

Todo el mundo acumulamos cosas. Me pongo a pensar y yo también tengo unas cuantas pero, claro, tú tienes un añadido, eres un artista, y a los trastos habituales se añaden cuadros, materiales, herramientas, estatuas, cerámica e incluso muebles para restaurar.

Vimos los cuadros que estaban allí y que son anteriores a tu estancia en San Francisco. Algunos están estropeados pero otros están perfectos. Te gusta experimentar con diferentes materiales y algunos no son duraderos.

Al principio parece que resulta más fácil desprenderse de cosas pero ahora y sobre todo con esos cuadros que tienen tanta historia, parece casi imposible.

Luego está lo que guardamos todos o al menos yo también tengo guardado, entre ello, apuntes del instituto y de la universidad. Revisé una bolsa que tu madre me dió y allí había de todo, latín, filosofía, dibujo, inglés, ... (COU supongo) y entre papeles, muchos dibujos y monigotes, algunos de un sólo ojo por los que te dió una temporada y un dibujo a plumilla y tinta del pueblo de nuestra madre, Elantxobe, que adjunto a esta entrada.
Se siente tanto dolor al recordar aquellos momentos, ver tu letra, tus comentarios de texto, ¡un boceto de cabeza de burro que hiciste para el folleto de vuestra obra de teatro de tu grupo del instituto "Los epsilones"!, ... En fin que he guardado los dibujos, los monigotes, algún texto y exámenes, y el resto lo quemaré. ¡No quiero echarlos a un contenedor!

Yo ya he empezado a tirar cosas mías. Guardamos cosas que jamás vemos luego y no quiero que nadie tenga que venir a tirarlas después. Claro, que hay cosas que no puedo tirar, como la copia que he encontrado de una carta que te envié a San Francisco por tu cumpleaños.

Mi hermanito, ¡cuánto te echo de menos!

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