sábado, 14 de noviembre de 2009

Exposición Primavera, Verano, Otoño, Invierno (agosto 1992)


Esta exposición se llamaba así porque entre los cuadros y estatuas de la exposición, tenía cuatro retratos de mujeres que representaban cada una de las estaciones. Anexo dos de ellos a esta entrada, Marisa representaba el invierno y Ana la primavera. Os incluyo el texto que redactó para el catálogo de esta exposición.

Fueron diez de aquellos años los que desmembraron uno a uno sus sueños, grandes y pequeños; años, llenos todos de un amor desordenado; una incapacidad innata para no saber esperar y un millón de historias de otras tantas histerias.

Supuso que los hombres la esperarían eternamente, vanidosa y escurridiza, tenía esa horrible habilidad de hacer tuyos sus propios defectos, lo que con asiduidad despertaba en sus amigos, unos deseos irrefrenables de estrangularla.

Pasó ese último verano despierta a golpe de pai-pai y bourbon disimulando con desgana un embarazo del tamaño de una nuez y bostezando cada minuto y tres segundos, ¡qué sentido del ritmo!

Algunas tardes recostada sobre el quicio de la ventana se dejaba arrastrar por pensamientos, hasta que perdida, olvidaba como regresar... La Plaza, María, Patricia, Marisa, Ana... ¿Seguirían allí?, ¿seguirían pagándose los besos muertos?

Ana había llegado la última, protegida con celo, representaba para las demás un reducto de falsa inocencia, y es que algunas no siempre pasearon el culo; tenía Ana las manos desorbitamente grandes, a sus dieciséis años estaba crecida a trozos, como si algunas partes de su cuerpo no hubieran sido informadas del cambio, pechos mirando al sol y una boca abierta en la cara como una herida de cuchillo roja como remolacha, jugosa.

Conseguir de María "La Guapa" algo más que una sonrisa a medias o una velada muestra de preocupación, era algo así como esperar de un mastín que bese el culo a un gato. ¡Huesuda gioconda congelada!

Resuelta y pagada de todo, Patricia tenía un andar hermoso, casi infantil, recatada como si el virgo intacto lo tuviera entre los ojos. Fue puta desde que puede recordar y su memoria tiene la tierna edad de 18 años.

Fumar en pipa, hacerse su propia ropa, hacer números de circo sobre tacones de locura, Marisa ha nacido para mandar. Tiene ese aire a bestia nocturna, loca controlada, zorra fina que no necesita de un gran culo para opinar, aunque lo tiene.

Patada del paquete y de vuelta.

Aquel invierno hacerse la manicura era su mayor ilusión, sólo sus uñas se resistían a hincharse; estaba hecha una verdadera cerda; bañada en perfurme salió a la calle.

Soñaba secretamente desprenderse del paquete, le divertía pensar en enviarlo contrareembolso, tenía obligaciones con las chicas, ademas era primavera, Juan Piscis y ella, todo el mundo lo sabía, odiaba el agua.

1,30 noche, el paquete ha llegado a su destino.

Jode de veras tener una mano con sólo tres uñas pintadas.


© Jon Castizo Ciluaga

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